Era sábado por la mañana y aún así el sábado ya había nacido muerto. Allí estaba yo, a punto de despertar, tumbado en el colchón saboreando esos 8 segundos en los que no tienes pesadumbres, no estás ni despierto, ni dormido y no cargas en tu pesar el implacable yugo de tirar hacia adelante con todas tus fuerzas, sin tener claro que vendrá.
Desde primera hora de la mañana se cumplió elpronóstico de que Enero sería otro mes donde en 31 días sólo se podría apreciar el sol un total de 17 horas; quizás sea una minucia pero son esas verdades que insulsas o no, son la gota que colma el vaso ya dilatado, pudiendo hacer ceder al dique que sostiene nuestra apreciada estabilidad y dar paso a que el derrotismo nos invada. Ya lo escribió Mario Benedetti: “siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado” definitivamente una vez empezamos auto – compadecernos es difícil dar marcha atrás, esa sensación de vacío y de caída libre llena de gris cada rincón de nuestro ser. Personalmente y por las experiencias de mis clientes creo que es como dejar abiertas las hornillas de la cocina, al comienzo es casi imperceptible, poco a poco notas ese agradable olor que nos atonta y para cuando queremos darnos cuenta la casa está llena de gas, entonces una cerilla o encender una luz puede hacer volar todo por los aires y caer en un agujero sin salida.
Para evitar estas situaciones tengo mis “parches” de emergencia: algunos de ellos provienen de ahondar en la lectura, sobre todo en leer historias de éxito (nada de libros de auto-ayuda que a mi parecer son el “spam” de la psicología). También tengo mis “parches” de emergencia que provienen de frases poderosas, dichas frases son sólo significativas para mi (todos deberíamos tener una que otra), una de mis favoritas y recogida de la sabiduría popular de mis padres es: “No hay tiempo para deleitarnos del arte de auto-compadecernos” .
Así que respiro y me dirijo a una reunión importante. En la estación de trenes compro un billete de tren “ida y vuelta” y cual sería mi sorpresa cuando me di cuenta que el billete que había comprado, era para viajar todo el día por toda la red de la comarca. En ese momento comprendí varías cosas: la primera es que dejo mucho que desear con el idioma local, la segunda es que a veces me gustaría alguna tregua entre el universo y mi persona y la tercera que me había gastado un “pastón” (literalmente un pastón) en dicho billete. Pasados los treinta segundos de rigor (en los cuales suelo desdoblarme en dos y sin impunidad criticar al Gustavo-Espontaneo) por acometer en contra de nuestros queridos ahorros), acudí a mi cita y al concluirla caminé al margen del lago y pensé lo bonito que era aquel lugar a lo que acto seguido conté el número de veces que estando en España he querido visitar un lugar así, entonces ¿ por qué no?, ¿por qué no hacer algo distinto?… olvidémonos de todo y juguemos a ser turistas. Si señor ¡tren arriba! y a pasarse todo el domingo de pueblo en pueblo!, parar donde quisiese, dar algo de color a este día, ver qué me sorprende más. Está claro: elevar “las alas” es más beneficioso que quedarte en casa. Como diría mi padre: “cuatro calles mal hechas pueden llenar más tu corazón que hacer la cola para subir a la Torre Effiel”, fijarse en los detalles lo es todo.
Me encantó viajar en tren, es tan bucólico disfrutar de las vistas desde la ventana. Quizás hubiera podido llegar más lejos en mi día épico pero me quedé enamorado del tercer pueblo que visité, sentando en un café, mis pensamientos se mezclaron con la música y divagué …
Ponte cómodo (leer con prisa no es leer..) y dale clic al vídeo:
http://www.youtube.com/watch?v=kwa_f0c3Xqs
Recorre la plaza y en uno de esos bancos, siéntate conmigo podemos compartir este momento,…, observemos a los turistas que obsesos van a visitar monumentos y tomar fotos, pasan por alto lo que tú y yo estamos disfrutando ¿escuchas a la gente al pasar?, ¿el sonido del aire contra el micrófono de la guitarra?, ¿el claxon detrás tuyo?, ¿has visto aquél hermoso abrazo?….
Mirando a la gente en Helsingör me deleité de sentirme vivo, de estar allí, aparcando los taciturnos convencionalismos y simplemente contemplando; una pareja local me lanzó una pregunta y así, comenzamos a hablar de unas cosas y otras, recorrimos el globo contando cada uno sus experiencias desde Perú hasta Tailandia. Así, sin duda, se hizo una tarde genial, memorable.
Cada día nos depara millones de variables que no podremos controlar y otras tantas que por error u omisión cometeremos en contra de nuestros planes. Cada día, con o sin intención, nuestra mente dejará filtrar los pensamientos de alegría o los pensamientos de desaliento, depende de nosotros el aceptar que aún siendo imperfectos nos estamos jugando el sentirnos vivos y que además, nos guste mas o nos guste menos, estamos creando los recuerdos que algún día nos servirán de lección y nido para impulsarnos a nuevas opciones de futuro.
Así que vida mía , aunque yo haya cometido mil errores, no me quites el orgullo de tenerte en mí, yo te elijo para que me sigas haciendo sentir que el levantarse cada mañana es un milagro y que si no sale el sol, pues compraré vitamina “D”.
Cada uno de nosotros tenemos nuestra historia personal, mil motivos por los cuales quedarnos echados en la cama y dejar de sonreír , pero aún así cada jornada, a más no poder, debemos elegir el ser felices.
Como escribió William Ernest Henley: “No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”.
Gustavo E. Rullier P.
Psicólogo & Coach
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